domingo, 15 de junio de 2014

Recordando meteduras de pata

La designación política por derecho de consorte no fue inventada por el matrimonio Aznar. Hay que recordar que, muchos años atrás, la primera esposa del entonces presidente González, Carmen Romero, se avino a esa cosa tan poco higiénica que es presentarse a unas elecciones para las que el partido dirigido por el propio marido elabora las listas y decide quién sale y quién no sale gracias a una ley electoral que maniata la voluntad del elector; y, sorpresas de la vida, resultó elegida diputada por Cádiz en 1989.

Doña Carmen se hizo célebre por sentarle precedente no solo a doña Ana Botella, sino también a la ministra Bibiana Aído, autora de otro dislate de género muy recordado. En un mitin, la sevillana aludió a los asistentes de menos edad por medio del binomio "jóvenes y jóvenas". Hubo entonces quien la justificó suponiendo un ánimo irónico en la frase pero, conocida la pertinacia de la izquierda española en ignorar la gramática en materia de género, lo dudo mucho. La cuestión es que aquella atrocidad permanece en el recuerdo del hablante español, que para otras cosas gasta poca memoria, pero que para las meteduras de pata ajenas la tiene infinita y cruel.

Hace una semana volvimos a la Sala Clamores, uno de los locales históricos de la noche madrileña. Muy simpática, por cierto, La Bossa Mayor; y Elena Lledó y su voz, preciosas. El acceso a los baños de aquel templo de la música recuerda aún hoy el tropezón de la diputada Romero, en homenaje a una mujer oscurecida por la sombra gigante del que fue su marido y a la que todos deseamos sinceramente la victoria en su actual, durísima peripecia vital. Mucha suerte.



domingo, 8 de junio de 2014

Dobles sentidos

Este rótulo se encuentra en Brighton, en Lewes Road. El nombre del local está claro y va acompañado de la correspondiente silueta del ave: Casa de la Golondrina, un nombre bucólico y muy adecuado para un negocio de comida china para llevar.



El problema es que la palabra swallow tiene dos significados que nada tienen que ver: "golondrina" y "tragar". El doble sentido debió parecerle ingenioso al dueño del local, pero mis hijos, siempre que pasamos por delante (está de camino al centro de la ciudad) imaginan un local lleno de chinos devorando platos y más platos de comida humeante... Casa de los tragaldabas sería una buena segunda traducción.

(De hecho, existen varios restaurantes chinos en el Reino Unido con este nombre.)